Desde el mes de Mayo empezaron a llegar poquito a poco, y todas ellas me provocaron la misma sensación, como si me arrancaran algo en mi interior.
No me gustan las despedidas, en absoluto. Y menos aún cuando estoy viviendo en el extranjero. Cuando estás lejos de casa los sentimientos se intensifican, la falta de un apoyo cercano, como el de tu familia, te obliga a ser fuerte y a aguantar el tipo en momentos difíciles, pero a veces tu cuerpo cede, y te derrumbas, y empieza el llanto, el desahogo.Aunque también hay que decir que todo tiene su lado bueno. Al despedirnos de alguien, tomamos consciencia del sentimiento real que se tiene hacia la persona, y muchas veces nos llevamos una alegría de cuán importante es.
Por otro lado está la incertidumbre del "¿Cuándo nos volveremos a ver?" Pero aunque sea duro de pensarlo, esa frase implica las ganas que tenemos de volver a ver a la persona que dejamos.
Las despedidas, por tanto, son duras, pero también emotivas y bonitas... yo, en especial, siempre recordaré aquella en una estación de tren...
Para terminar, sólo quiero decir a todos aquellos de los que me he ido despidiendo a lo largo de éste año, que os echo de menos.
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