jueves, 27 de septiembre de 2012

Despedidas

A nadie le gustan. Son tristes, duras y parece que duran una eternidad.

Desde el mes de Mayo empezaron a llegar poquito a poco, y todas ellas me provocaron la misma sensación, como si me arrancaran algo en mi interior.

No me gustan las despedidas, en absoluto. Y menos aún cuando estoy viviendo en el extranjero. Cuando estás lejos de casa los sentimientos se intensifican, la falta de un apoyo cercano, como el de tu familia, te obliga a ser fuerte y a aguantar el tipo en momentos difíciles, pero a veces tu cuerpo cede, y te derrumbas, y empieza el llanto, el desahogo.


Aunque también hay que decir que todo tiene su lado bueno. Al despedirnos de alguien, tomamos consciencia del sentimiento real que se tiene hacia la persona, y muchas veces nos llevamos una alegría de cuán importante es.

Por otro lado está la incertidumbre del "¿Cuándo nos volveremos a ver?" Pero aunque sea duro de pensarlo, esa frase implica las ganas que tenemos de volver a ver a la persona que dejamos.

Las despedidas, por tanto, son duras, pero también emotivas y bonitas... yo, en especial, siempre recordaré aquella en una estación de tren...

Para terminar, sólo quiero decir a todos aquellos de los que me he ido despidiendo a lo largo de éste año, que os echo de menos.

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